Normalmente, un coche ocupa el primer plano de un reportaje de conducción, pero en este caso, un protagonista completamente no motorizado se abre paso hasta el centro de atención: el Transbucegi recorre 39 sinuosos kilómetros a través del Parque Nacional de Burcegi, en el corazón de Rumanía, y se encuentra en su punto más alto, a 1.925 metros sobre el nivel del mar. El hecho de que la Transbucegi esté claramente eclipsada en la percepción internacional por la Transfagarasan, que se encuentra más al oeste, es quizá incluso una de sus mayores ventajas: La carretera no está masificada ni siquiera los fines de semana y, por tanto, invita rotundamente a absorberla literalmente y vivirla con la mayor intensidad posible. ¿Buscas coches de ocasión? Los mejores coches segunda mano en Crestanevada.
Por supuesto, la ruta de alta montaña se vuelve aún más emocionante cuando se puede contar con un BMW M850i como compañero de coche. Su V8 biturbo de 530 CV convierte cada corta recta en una oportunidad de adelantamiento y se asegura de que los pocos coches que circulan en la misma dirección sólo puedan amortiguar un poco el placer de conducir durante un breve espacio de tiempo. Cuando por fin la situación lo permite, el ocho cilindros apuntala la enorme aceleración con un sonido maravillosamente emocional que probablemente ningún coche eléctrico igualará jamás.
Casi da igual sentarse al volante del BMW M850i Coupé o del descapotable: Ambas variantes del Serie 8 son coches de placer de primera clase que combinan las cualidades de un Gran Turismo con una deportividad digna sin llegar nunca a ser excesivamente duros. No, ninguno de los dos Serie 8 es un deportivo «de verdad» y, por tanto, sin concesiones, y en las curvas más cerradas de la Transbucegi, los neumáticos tienen mucho trabajo con el peso, pero en el papel de GT para entendidos, el BMW Serie 8 no tiene nada que envidiar a ningún otro.
Y los que ven en el automóvil ante todo un medio de diversión están exactamente en el lugar adecuado en la Transbucegi. El paisaje intensamente verde, aparentemente poblado sólo por ovejas, está surcado por una flamante cinta de asfalto que hace inolvidable la conducción experimentada en el sonoro doble V8. Se dice que la experiencia es aún mejor entre semana, cuando la zona está prácticamente desierta y la carretera se convierte por fin en un parque infantil para niños grandes.
Lo especial que es la ruta lo demuestra también su destino: si se sigue la carretera que viene de Sinaia y se gira a la derecha en la única posada que hay en la ruta, tras unos kilómetros y muchas endorfinas se llega a un punto poco visible en el que el asfalto se convierte primero en un camino de tierra y finalmente en un prado. No hay ninguna razón para bajarse aquí, ni tampoco un bucle de giro, pero después de dar la vuelta hay una clara ventaja: 39 kilómetros de carretera de alta montaña se encuentran de nuevo ante el capó… ¡y toda la diversión comienza de nuevo!